Una
típica mañana de lunes, en una ciudad como cualquier otra, una chica de lo más
normal subía a un autobús. La rutina de cada semana. Un cambio inesperado. Una
insignificante historia como cualquier otra, o tal vez no.
Su
ondulada melena despeinaba distraía la atención de las profundas ojeras que
caracterizaban su rostro en aquella época de exámenes. Las mañanas no le
favorecían para nada. Ojos oscuros, sonrisa sincera, sus armas más poderosas.
Los auriculares sus mejores aliados. La melodía de Something inédita de los
Beatles deleitaba sus oídos. Un asiento libre desde el cual contemplar la misma
estampa de cada día. “Something in the way she moves...” sus rosados labios
articulaban la bonita letra sin emitir sonido alguno. Las puertas se cerraron.
Carolina continuaba en su mundo, evadiéndose completamente de su alrededor. En
algún momento cerraba los ojos, para así sentir con más intensidad la música.
Adoraba olvidarse de todo, soñar despierta, imaginar historias imposibles,
buscar señales del destino. Las casualidades no existen, son simples señales
por interpretar. En el bolsillo derecho de sus desgastados vaqueros, su
inseparable smartphone. Una vibración, un nuevo Whatsapp. El número,
desconocido. Algo en el le llamó la atención; acababa en veintitrés. Aquel
maldito numero llevaba meses persiguiéndola. No se detuvo un segundo más y
abrió el mensaje. “Sinceramente, dudo que me recuerdes. Si la curiosidad te
puede, ve a la parte trasera del autobús. No, no soy un psicópata, tranquila.”
Frunció el ceño, era demasiado extraño. Dentro de ella, una pelea entre el
miedo y la curiosidad. Tras una batalla campal de varios segundos, esta último
venció. Nerviosa, se levantó
cuidadosamente para no perder el equilibrio. La torpeza era uno de sus
distintivos, especialmente cuando estaba algo alterada. Sus ojos, sin descanso,
recorrían una y otra vez aquel pequeño espacio en busca de alguna pista, algo
que revelase la identidad de su espía. No reconocía a nadie, ningún rostro
familiar. No sabia a quien acercarse, que hacer, que decir, se sentía
ligeramente mareada. Él, por el contrario, la observaba tratando de ocultar esa
sonrisa picara que tanto le caracterizaba. Nunca hubiese imaginado que una
mañana de Lunes pudiera prometer tanto. Alrededor de veinte años, metro ochenta,
grandes ojos verdes, labios carnosos, postura seductora, manos en los
bolsillos. Ninguna mujer podría subir a aquel vehículo sin reparar en el gran
atractivo de Mario. Sus miradas se encontraron accidentalmente. Ella sintió
algo extraño, no sabia muy bien que era. Un pinchazo en el pecho. ¿En el
corazón? No, esas cosas no le iban a ella. Él, aprovechando el contacto visual
le sonrió. De nuevo aquella extraña sensación. Carolina se maldecía por dentro.
Amor igual dolor, conclusión de su experiencia. No quería volver a
experimentarlo […] al menos por un tiempo. Se había prometido a si misma pasar
de los hombres, olvidarse de ellos, alejarse de los problemas. Sin levantar la
mirada del suelo, llegó a la parte trasera, deseando que el chico de la sonrisa
no fuese “su señal”. Sobre su hombro, la mano de Mario, llamando su atención de
nuevo. Era él. Carolina notó como la presión en su sangre aumentaba.
-¿Si?
-le miró bruscamente, sin tan siquiera quitarse los cascos. Casualmente, “You
found me” comenzó a sonar. Y repito, las casualidades no existen.
-¿Parece
que busques a alguien no? - Mario guiñó el ojo y frunció los labio reteniendo
una sonrisa excesivamente magnética.
-Si
[…] Pero no se a quien. -No se atrevía a mirarle a los ojos, temía que
ocurriese lo que el destino le tenia deparado.
-Nunca
había escuchado nada parecido. - Intentaba hacerse el interesante - ¿ Y no
sabes nada de él?
-¿Cómo
sabes que es un hombre? -Le miró instintivamente a los ojos por primera vez, o
al menos, eso pensaba ella.
-Me acabo
de delatar ¿no?
-Un
poco.
-Te
recordaba menos borde.
-Yo
simplemente no te recuerdo.
-Lo
imaginaba ¿sabes? - Mario intentó huir de la atmósfera de tensión que se estaba
creando.
-¿Quien
eres? -le miró seriamente a los ojos.
-Eso
tendrás que averiguarlo tú.
Las
puertas se abrieron justo en ese instante, y sin más despedida, Mario abandono
el autobús. Carolina permaneció perpleja durante unos minutos, de pie, mirando
al frente. No entendía nada de lo que acababa de pasar. Miró su móvil, tenía un
nuevo mensaje. El mismo número de nuevo. “No te molestes en llamarme, no
contestaré. Busca un modo más original.” Frunció el ceño, no pensaba caer en su
juego. ¿El comienzo de una nueva historia? Tal vez si, tal vez no.
"Puedes imaginar todo cuanto desees, la vida siempre te sorprenderá con algo absolutamente diferente"
Hola Miriam. Magnífico relato. Supongo que lo vas a continuar. Tiene un ritmo trepidante ý la tensión va en aumento durante todo el relato. Espero la continuación.
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme. Si, por supuesto, estoy preparando la segunda parte ya ^^
EliminarYo también me iré pasando por tu blog. :D